Cerró sus ojos con fuerza y se acurrucó más entre sus sábanas. Tan sólo había vivido ocho inviernos, ocho primaveras, ocho veranos y ocho otoños pero estaba más que segura como tenía que ser..
Planeaba su vida, todas las noches, la pequeña niña planeaba su vida.
Cubrió por completo su cabeza para que nadie más pueda ver lo que ella imaginaba.
-Pelo hasta la cintura- decía -Si, bien largo y rubio. Ojos claros, no importa que ahora los tenga marrón, me los voy a pintar celestito, como el cielo- Susurraba y apretaba más sus párpados para que al otro día tengan ese color que tanto deseaba, como si fuese por arte de magia.
-Mi cintura va ser chiquita, y mi panza flaquita, igual que las chicas de la tele- Asomó la carita hacia afuera y sonrió al ver el poster de su ídolo en la pared.
-Y voy a tener un novio hermoso como él, me va abrazar y me va dar besitos. Un día voy a entrar a la iglesia con un vestido blanco, largo, largo, laaaaaargo y él va estar esperándome para darme un beso gigante, como en la peli- Suspiró, al igual que una mujer enamorada y arropó mejor su muñeco.
-Uno, dos, tres, cuatro hijos.. no, mejor miles de bebitos lindos vamos a tener-
Ella sonreía y soñaba su vida perfecta, esperaba su cuento de princesas, con su príncipe azul, la gran boda y todos los nenes corriendo en su enorme jardín del palacio.
No tuvo la gran boda, en realidad no tuvo ninguna boda.
Su jardín no estaba lleno de juguetes, en realidad su único jardín era la ventana del departamentito, que la dejaba ver hacia la calle.
Tampoco tuvo su príncipe azul. Otra hermosa princesa apareció en su cuento y lo cambió todo, mejoró todo.
Al crecer, no tuvo su cuento de hadas, pero tuvo uno más bello.
Y así, las dos vivieron felices, riéndose de su gran imaginación.