18 de agosto de 2012

Nunca nos acostumbremos..


Y era ya una costumbre. Abrir un ojo, cazar el celular que entre enredos de sábanas y el mismo auricular, yacía debajo de la almohada o después de alguna noche algo rara, al costado de la cama, ver un par de mensajes que me alegraban el día y desde temprano hasta horas de la madrugada: Hablar. Solo hablar. ¿De qué hablábamos? De todo. Mi mayor confidente, mi mentor en muchas cosas, mi amigo, mi compañero.
A  pesar de los kilómetros que nos separaban, teníamos, o tenemos, algo más fuerte que nos unía y nos alentaba a soñar en grande. La música.
Siempre, nuestro punto de debilidad, nuestras lágrimas, alegrías, risas…. Todo pasaba por eso.
Hacía varios días que veníamos hablando, de temas sin importancia, más boludeces que otra cosa, éramos muy diferentes de lo que somos hoy, también muy diferentes entre nosotros. A las seis nos peleábamos, a las siete estábamos pidiéndonos perdón. Tal vez, en varias ocasiones tardábamos un poco más, extremadamente orgullosos.
En ésa época no le llevaba mucho apunte a lo que los demás escuchaban, ahora soy muy  asquerosa en ése tema, y no me importaba que se la pasara escuchando cumbia. Pero en el momento que leí algo Metallica en el subnick del Messenger, cambió completamente toda nuestra relación. Había resultado ser un rockero escondido entre tanta cumbia, y desde ese momento el tema principal de nuestras charlas paso a ser la Música.
Compartiéndonos bandas, canciones, conociéndonos realmente, todo por algunas melodías contagiosas o algún solo de Slash que nos dejaba sin palabras.
Y el Gordo ruludo, como le dice, fue otro de nuestros grandes amores hasta que apareció Vedder  y le voló la cabeza.
Como dije antes, uno de mis mentores en la música, de la mano de Pearl, de Nirvana, de Cornell, de muchas bandas, que literalmente, cambiaron mi vida y gracias a ellos dejé de ser la pendeja de antes y aprendí a mirar las cosas desde otro ángulo.
                                                                                            … Y le voló la cabeza, como él hizo conmigo.